jueves, 24 de enero de 2008

¿Por qué marchar?


Impuestos, impuestos e impuestos. El porcentaje de pobreza en un país como el nuestro es muy elevado. Y si hacemos un recuento breve de las cosas a las cuales se les ha otorgado un impuesto, veremos que la mayoría son lujos o vicios. Marchar en contra de que se eleven los precios del alcohol o el tabaco me parece inaudito. Creo que el problema del guayaquileño promedio respecto a estos temas tiene mucho que ver con la idiosincracia, donde se prima de manera primordial el interés personal sobretodas las cosas, dejando de lado normas de respeto básico de cualquier lugar civilizado. A diario, en asuntos cotidianos como hacer una fila en el banco, siempre sucede que alguien empieza a hacer la fila, sale media hora y regresa cuando faltan dos o tres personas. Lo más grave del asunto es que el guardia hace de la vista gorda. En el momento de virar en una esquina es imposible que no aparezca alguien invadiendo vía para no tener que hacer fila como el resto de personas. Los vigilantes son ciegos. ¿Es que acaso el tiempo de una persona es más importante que el de otra? No lo creo. De la misma manera la salud de una persona no es más importante que la de otra y así podríamos urgar en más tópicos pertinentes. Es por esta razón que Guayaquil marcha, por qué la mayoría de ciudadanos no está de acuerdo en ayudar y promover el desarrollo de otra provincia o ciudad que no sea Guayaquil.
Como ciudadanos de un país debemos preguntarnos, si queríamos un cambio drástico para mejorar el modus vivendi de la población ecuatoriana ¿No deberíamos colaborar de alguna manera? Es sólo así que un país tan pequeño como este puede salir adelante. Si todos pensamos que la colaboración nos promete un lugar donde se cometan menos injusticias. El problema grave del gobierno es que trata de promover equidad en un país donde ha reinado la injusticia para sostener la comodidad de las clases altas. Si algo se puede recetar para la gente acá es un poco de solidaridad que va mucho más allá de regalar un dólar a quien mendiga en un semáforo.

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